«PapaBus»: Se cumplen 39 años del viaje en colectivo que realizó el Papa Juan Pablo II en Argentina

El Colectivo con el que el Papa Juan Pablo II (Karol Józef Wojtyła) se fue de la Basílica el 11 de Junio de 1982, luego de la Primera Misa que un Santo Padre celebrara en Argentina se encuentra en el Complejo Museográfico Provincial Enrique Udaondo, en Luján

Se trata del Coche 1 “Colectivo del Papa” de la línea 501, una unidad Mercedes Benz 1114/48 carrozada por El Detalle como las que circularon durante años con su característica trompa redondeada. Pero su característica distintiva es que el Papa Juan Pablo II se fue de la Basílica el 11 de Junio de 1982 a bordo de este vehículo. En ese momento, la unidad era casi 0 km. Fue una de las poquísimas unidades cero kilómetro que la empresa incorporó a lo largo de su historia.

Es un hecho poco recordado, el país estaba en plena guerra de Malvinas y el recorrido entre la Basílica y la estación del ferrocarril no estaba previsto. Juan Pablo II no quiso utilizar los Ford Fairlane blindados dispuestos por presidencia, porque tenían los vidrios polarizados y el sumo pontífice deseaba la mayor cercanía posible con la gente.

Don Angel Milán fue el chofer designado para transportar al Santo Pontífice y años más tarde le brindó una entrevista al sitio BusArg que reproducimos a continuación:

Yo era, en aquel momento, gerente de la empresa Libertador San Martín, que explotaba la línea 501 acá en Luján. Antes de la llegada del Papa, recibimos un llamado de la Municipalidad, que nos pidió tres colectivos para trasladar a periodistas y responsables de prensa. Y quise ir personalmente, para estar cerca del Papa y vivir todo ese acontecimiento por dentro.

Fue difícil llegar a la basílica. Estaba todo bloqueado por la increíble cantidad de gente que había llegado de todos lados para ver a Juan Pablo II. Cuando logramos llegar, estacionamos los tres coches detrás de la basílica y quedamos a la espera de entrar en funciones.

Entretanto, nos informan que los planes habían cambiado: no transportaríamos periodistas si no a una gran cantidad de Cardenales y Obispos nacionales (que habían llegado de todo el país) y del CEPAL (N. de la R.: Conferencia Episcopal Para América Latina) porque se habían olvidado de proporcionarles un medio de transporte para el momento en que todo hubiera terminado.

El viaje está a punto de comenzar. Juan Pablo II ya está acomodado en su improvisado asiento y, al volante, aparece Angel Milán. Atrás, se acomodan obispos y cardenales. (Foto: Colección Angel Milán).

Mientras la espera continuaba, se acercaron tres obispos a los coches estacionados. Se subieron a uno de ellos y comenzaron a conversar. Y en ese momento comenzó a lloviznar.

Se bajan del colectivo y uno se acerca a mí. Lo reconocí: era el Monseñor Calabrese. Y me pregunta, así como si tal cosa: ¿Se anima a llevar al Santo Padre? Me quedé duro, sorprendido. ¿Yo transportar al Papa? Hasta creí que se trataba de una broma… pero me aclararon el porqué de tal decisión: estaba previsto trasladarlo en los vehículos presidenciales, Ford Fairlane, que el Gobierno Nacional había mandado a Luján. Pero, además de estar blindados, tenían vidrios polarizados.

Juan Pablo II había dado la orden de que quería estar cerca de la gente. Que quería ver al pueblo. Y en esos automóviles no podría estar todo lo cerca que él pretendía. Y por eso los obispos comenzaron a buscar desesperados un vehículo apropiado… y se cruzaron con los colectivos. «Son propicios» habrán pensado.

El colectivo ya está en la calle, flanqueado por las motocicletas policiales. Durante todo el trayecto fue rodeado de gente entusiasmada por ver al Santo Padre quien, como se alcanza a apreciar, saluda y bendice a la enfervorizada multitud. (Foto: Colección Angel Milán).

Yo estaba muy nervioso y a la expectativa, cuando veo venir hacia mi coche a los cardenales Pironio, Calabrese y Primatesta junto al cardenal Paul Marcinkus. Subieron, charlaron unos segundos y se me acerca Marcinkus, que en perfecto castellano me dice: «Usted ha sido el elegido para llevar al Papa». Y, lo juro, se me aflojaron las piernas. ¡Quién sabe por dónde andaría mi presión!

Marcinkus y Calabrese habrán visto mi cara y se acercaron. -Quédese tranquilo -me dijeron- Su Santidad es una persona muy cálida y humilde y su presencia le dará mucha paz-. Otros prelados y el personal a cargo del Papamóvil también se acercaron para intentar calmarme. «Es un tipo piola» me comentaron. No va a pasar nada…

Estudiaron a los tres colectivos y eligieron al interno 1, el más nuevo de la flota.

La Policía Federal protestó. Argumentaban que no se podía transportar al Santo Padre en un colectivo sin la más mínima seguridad. Ordenaron revisarlo y un montón de policías se subieron al coche. ¡Casi me lo desarman! Tan puntillosa fue la revisión que hasta me desmontaron los fierros que sostenían la boletera…

Otra toma previa al inicio del viaje. El apuro con el que fueron puestas las banderas salta a la vista: están unidas entre sí con cinta adhesiva. ¡Ah! Resistieron todo el recorrido. (Foto: Colección Angel Milán).

Yo no podía más de los nervios. Tras eso, se acercó una persona que me indicó que por un tema de seguridad nacional debía sí o sí tapar con algo los destinos pintados en el cartel luminoso. Uno de ellos era «Cuartel 5°» y justo estábamos en guerra con los ingleses… Salí corriendo y encontré un negocio abierto. Conseguí dos banderas argentinas y las montamos como pudimos sobre los carteles.

Entretanto, acomodaron un asiento junto al mío, para que la gente pueda ver mejor a Juan Pablo II y que él tuviera una vista, digamos, privilegiada. Pero el asiento resultó un tanto incómodo, porque hubo que ponerlo cerca de la palanca de cambios la cual, otra no quedaba, le quedaría al Papa entre las piernas.

Yo seguía muy nervioso. En un momento, comenzaron a salir obispos y los colectivos se llenaron. De repente veo una marea de flashes que, lo juro, enceguecían: llegaba el Papa.

Saludó a todos y se acercó al coche por su parte delantera, pero caminó a lo largo del coche y se subió por la puerta de atrás para saludar, uno a uno, a todos los obispos y cardenales que estaban ya acomodados dentro del coche.

Yo ya estaba acomodado en mi asiento y él vino y se sentó a mi lado. Lo único que atiné a hacer fue tenderle la mano y el me la tomó, como tranquilizándome. Apuntamos para salir y lo que vi era sorprendente: había personas y personas apiñadas una arriba de la otra. ¡No se veía ni la calle!

Salimos primero, con las motos policiales que nos abrían paso. Yo había recibido la orden de no abrir las puertas pasara lo que pasase. Les indiqué a los motociclistas que me abrieran paso por delante y por los costados y comenzamos a avanzar. La gente era una marea humana, gritaba y cantaba… ¡No se veía nada! Y el Papa bendecía, a ambos lados de la calle.

A las cuadras junté coraje y me animé a hablarle. -¡Cuanto entusiasmo hay en esta gente!- Le comenté. -Molto, molto, molto…- me respondió. Fue lo único que le dije en todo el viaje.

Finalmente, llegamos a la estación, donde debía abordar el tren especial. Saludó a todos los cardenales y, antes de bajar, se dio vuelta, extrajo un rosario de entre su sotana y me lo regaló. Me dio la mano y se despidió.

Por suerte todo salió bien. Al tiempo, me llamó Monseñor Ogñenovich, el obispo de Mercedes, para que le escriba una carta a Juan Pablo II. Se la debía acercar a él, quien la llevaría personalmente al Vaticano. Tardé muchísimo en hacerla, porque mi dilema era: ¿Qué le pongo? Parientes y amigos quisieron ofrecer ayuda, pero terminé escribiéndola solo y llevándola personalmente al obispado de Mercedes.

Al tiempo, justo el 11 de septiembre que es el día de mi cumpleaños, llegó una carta sin remitente: era del Vaticano. Era la contestación de Juan Pablo II a través de su secretario, que me hacía llegar sus bendiciones para mí y mi familia y un agradecimiento por haberle escrito.

Pero todo no terminó ahí: llegaron los reportajes en revistas; uno en televisión, que me hizo Mónica Cahen d´Anvers e incluso fui uno de los «personajes del año» de la revista Gente, en 1982.

Aún conservo la carta, que enmarqué junto a una fotografía. Y el rosario lo tiene mi hija, porque tuve una grave enfermedad en el corazón y sufrí una operación importante en la Clínica Favaloro. Lo llevó el día de la operación y salió todo bien. Y nunca más se desprendió de él.

Y también conservo la campera que llevaba ese día de recuerdo. ¿Ponérmela? ¡Ni loco! Si no me va a entrar…

Y he aquí a Don Milán en la puerta de su casa con la campera que, para sorpresa suya, le calzó perfecto. Sostiene en sus manos el cuadro que contiene una copia de la carta que le mandó al Santo Padre y su contestación, además de una fotografía de aquel recordado día. (Foto: Alejandro Scartaccini).

La unidad se terminó de restaurar en noviembre de 2016 y se presentó en el marco de la celebración del 19º aniversario de la Bula Pontificia Omnibus Satis Sonsat mediante la cual San Juan Pablo II Pontífice elevó a la entonces Diócesis de Mercedes-Luján a Arquidiócesis, Centro Espiritual de la República Argentina

Por eso, se concretó una misa y peregrinación a la Basílica Nuestra Señora de Luján por la mañana. Allí, los Amigos del Museo Udaondo y representantes de la firma Transportes 11 de Junio SRL, quienes coordinaron en conjunto los aspectos documentales, de restauración y puesta en valor -con la inestimable colaboración de COLCAR, Taller Santamaría y de los trabajadores- se reuniron junto a los vecinos y autoridades en esta celebración a fin de agradecer a la Madre de Luján por su intercesión en estas tareas que han llevado mucho más de diez años.

 

Su historia hasta la restauración

El colectivo continuó en servicio hasta el último día que la empresa prestó servicios, pues su concesión fue caducada.

Quedó dentro de los garages de la empresa, guardado, hasta que se propuso declararlo Patrimonio Histórico, debido al singular viaje que le había tocado en suerte realizar. De esa forma fue depositado en el Museo del Transporte de la ciudad de Luján y quedó abandonado muchos años hasta que en 2016 fue restaurado y puesto en valor.

Los buenos tiempos de un icono del transporte lujanense
Esta toma nos muestra al recordado coche 1 de la 501, aquel colectivo que trasportó al Papa Juan Pablo II durante su paso por Luján, durante la Guerra de las Malvinas, allá por 1982. Es el mismo sobre el cual hablamos en el cuerpo principal del sitio y que actualmente se encuentra depositado, en muy mal estado, en el Museo del Transporte de Luján. Aquí podemos verlo en sus buenos tiempos, aún muy bien conservado, prestando servicios en Luján. Fuente: BusArg

 

El colectivo que transportó a Juan Pablo II, hoy
Este es el estado actual del colectivo que llevó a Juan Pablo II desde la Basílica de Luján a la estación del ferrocarril. Así está hoy.
Al menos podemos decir que está a resguardo, en manos de la actual prestataria de la línea 501, aunque vemos que por desgracia sigue a la intemperie.
Este es indudablemente un coche histórico. Todavía puede salvarse. Pero aun está la incertidumbre de no saber cuando y quién lo restaurará. Esperamos que esto se resuelva pronto, por la historia que guarda este coche. Fuente: BusArg
El pasado de una reliquia recuperada
Días atrás se realizó una ceremonia en la que este viejo colectivo que vemos en la foto ingresó al Museo del Transporte de la ciudad de Luján, luego de su recuperación y puesta en valor.
Es un vehículo histórico, porque en él viajo el Papa Juan Pablo II cuando visitó la ciudad de Luján, durante la visita que realizó durante la Guerra de las Malvinas. Luego de este evento continuó trabajando normalmente y, tras el fin de su vida útil, fue arrumbado en un terreno y luego donado al Museo que lo restauró.
Así estaba, en las diez de última. Y hoy luce renovado y funciona perfectamente. Nos alegra muchísimo que no lo hayan dejado «morir» oxidado, pero lo imoprtante es que esto demuestra que cuando hay voluntad, además de recursos, estos viejos vehículos pueden resucitar. Fuente: BusArg

 

El colectivo en el Museo Udaondo

 

El día de la presentación del colectivo restaurado

 

Para los fanáticos de los trenes también hay una hermosa noticia de Febrero de 2020

Una cooperativa de Junín reparará el coche ferroviario que usó Juan Pablo II

Se trata de la Cooperativa de Trabajo Talleres Junín, COOTTAJ, donde el trabajo se está reactivando no sólo en la reparación de coches históricos, sino con nuevos trabajos para el Belgrano Cargas.”Estamos saliendo del desastre de estos últimos 4 años”, le dijo Ansol, Pedro Rodriguez, titular de la cooperativa.

Juan Pablo II a bordo del Tren Sarmiento rumbo a Luján 1982

El plan de reparación incluye unos 9 vagones históricos que  serán reparados por la cooperativa, entre ellos aparece el que usó Juan Pablo II cuando vino a Argentina en Junio de 1982, y fue en tren desde Moreno hasta Luján.

El objetivo que se busca desde Trenes Argentinos es generar un tren histórico itinerante que recorra el país, y fortalecer el Museo Ferroviario que se encuentra en el barrio de Retiro, y que estuvo por cerrar.

“Estamos a la espera de la orden de compra, para la reparación de 9 coches históricos. Son coches oficiales de madera que necesitan una reparación general, y para lo que se necesita mano de obra especializada que nosotros la tenemos”, expresó Pedro Rodriguez, titular de la Cooperativa COOTTAJ. “Significa algo fundamental histórico, más allá del trabajo en sí”, completó.

“Estuvimos con Daniel Bispo, Presidente del Belgrano Cargas, quien nos pidió una serie detalles y nos dijo que contratará nuestra mano de obra para que el trabajo de la cooperativa sea continuo”, señaló el titular de la cooperativa ferroviaria.

El proyecto también contempla la reparación del coche que utilizó el Principe de Gales, Eduardo de Windsor, en el año 1925 y que justamente paró en Junín, cuando se dirigía a Chile. Ese vagón fue vandalizado casi íntegramente. Además, se reparará el coche-bar que corría en el ramal a Mendoza y un coche-cine que en el “Expreso Arrayanes”, y que fueron orgullos de la industria ferroviaria.

El que utilizará Juan Pablo II, antes fue utilizado por Juan Domingo Perón durante la década del 50 y fue comprado a Holanda. El Papá viajó en el coche el 11 de julio de 1982 desde Moreno hacia Luján, donde ofició una misa para más de 700.000 personas. Luego regresó a Capital, en el mismo tren.

“Hoy estamos saliendo del desastre de estos últimos 4 años, y las perspectivas son completamente distintas. Acá se nota la mano del ministro (Mario Meoni) quien en su momento se comprometió a darnos trabajo, y estamos agradecidos.”, finalizó Rodriguez.

 

 

 

Fuente:

Diversos medios en Internet

Revistas de la época

BusArg

Ansol

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