Se jubiló con una fiesta y ahora una parada de colectivos lleva su nombre

  • Por su solidaridad arriba y abajo del colectivo, los vecinos homenajearon a Rubén «Perita» Herrero, chofer de la línea 515.
  • También pintaron un mural que destaca sus virtudes y el Concejo Deliberante de Almirante Brown lo reconoció como «Personalidad destacada».

Una nueva figura sobresaliente acaba de hacerse un lugar en la galería de próceres de Glew. A los venerados nombres de los artistas plásticos Raúl Soldi y Cossimo Manigrasso se suma Rubén Osvaldo “Perita” Herrero, designado “Personalidad destacada del transporte público municipal” por el Concejo Deliberante de Almirante Brown.

Herrero es una suerte de héroe suburbano de bajo perfil y alta estima por parte de los vecinos de Longchamps. Sin habérselo propuesto, él mismo fogoneó ese reconocimiento a lo largo de sus 32 años de colectivero, un oficio que dedicó a transportar pasajeros y, de paso, tomar parte con su espíritu solidario de sus alegrías y pesares cotidianos. Una placa instalada en la parada de Castillo y Combate de Monte Santiago y un mural pintado a cielo abierto sobre una pared ponen en valor las virtudes de este hombre sencillo y afable a toda hora.

Esa vocación por dar siempre una mano arrancó en el momento mismo en que “Perita” se sentó por primera vez al frente de un soberbio Mercedes Benz 1114 para desandar a sus 23 años uno de los cinco ramales de la línea 515.

Hay que recordar que entonces, en 1992, cuando la practicidad de la tarjeta SUBE no era siquiera un proyecto, los choferes se encargaban de conducir, abrir y cerrar las puertas, respetar horarios a rajatabla, cortar boletos, cobrar en billetes y monedas y entregar el vuelto sin perder de vista el tránsito alrededor. Ya desde entonces Herrero despuntaba como el amigo necesario que alegraba la jornada con una secuencia de chistes contados a viva voz o ponía el oído a gente necesitada de poner en palabras sus sueños o preocupaciones, según el caso.

Muchos viajeros lo recuerdan también cuando se levantaba de su asiento para ayudar a subir las bolsas de las compras realizadas en la zona de la estación de Longchamps o no dudaba en desviar el recorrido preestablecido para apurar el paso y llevar a una parturienta o a algún herido al hospital.

“Es que yo era muy verborrágico y desinhibido. Me gustaba saludar a cada pasajero, intercambiar anécdotas, preguntarle cómo estaba y, si estaba dentro de mis posibilidades, ayudarlo”, explica Herrero con gestos ampulosos, aunque todavía inmerso en las emociones que lo conmovieron como nunca antes el 29 de abril de 2024.

Fue el día de su último viaje. Herrero sabía que le había llegado el momento de jubilarse, pero ignoraba que en la última parada, en el barrio Viplastic, lo esperaba una multitud dispuesta a devolverle favores con un homenaje a la medida de su trayectoria. Allí estaban vecinos, familiares, colegas y directivos de la empresa Transportes del Sur

“El de Viplastic es un ramal de 18 cuadras que se recorren en seis minutos, pero esa vuelta final fue interminable. Repasé mentalmente toda mi vida, desde mi nacimiento en San Juan hasta la llegada de mi familia a González Catán cuando yo tenía apenas 9 meses y mi primer trabajo desde los 13 años repartiendo frutas y verduras en un camión con mi hermano. Pero el recibimento de la gente fue una sorpresa que no me voy a olvidar jamás”, recuerda Herrero de su hora más gloriosa.

El inesperado comité espontáneo de recepción agasajó a su colectivero preferido con regalos y palabras atravesadas por el afecto y la nostalgia, que dedicaron cara a cara a este hombre de 56 años elevado a la categoría de “amigo”, “abuelo”, “padre” o “hermano”.

La ex concejal de Almirante Brown y ex delegada municipal Mabel Benítez -vecina de Viplastic- añora aquellos “viajes familiares” que compartía con Herrero y decenas de pasajeros que se sentían protegidos en el interno 3 de la línea 515: “El tenía mucho cuidado y extrema responsabilidad al manejar y era especialmente cariñoso con los chicos y la gente mayor. Por eso no dudé en proponer a través del grupo de Whatsapp del barrio un homenaje y una despedida digna después de su último viaje. Le comenté al intendente Mariano Cascallares y le pareció una muy buena propuesta”.

Ahora, reposado en la tranquilidad de su hogar familiar, Herrero se prepara para volver a la ruta. De las satisfacciones cotidianas que le brindaba cada salida en colectivo está a punto de saltar al placer de conducir su camioneta y su casa rodante hasta el paisaje cordillerano que lo vio nacer. Mientras tanto, en este rincón del Sur del Conurbano quedó instalada para siempre su bien ganada fama del colectivero atento que supo hacerse querer por todos.

 

Fuente:

Clarín

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