Darío Rego (@filetesdariorego) es uno de los fileteadores referentes de la actualidad. Tiene su local (y taller) en el famoso Mercado de Pulgas de Colegiales (Enrique Martínez 50. Local 7) donde trabaja todos los días rodeado de pinceles, acrílicos, potes y latas de pintura, atriles, bocetos y además, de sus obras. Algunas de las que están en el local son de exhibición y otras de pedidos de clientes en proceso.
No solo se centró en filetear colectivos de verdad (primero escolares y luego de línea), sino que se inició con metegoles, ¡Sí!, otro clásico Argentino.
Y luego que el boca en boca fue viralizandose con sus obras coloridas, comenzó a filetear en la Línea 152 que une Olivos con La Boca. “Para ir a filetear viajaba en bicicleta desde Mataderos hasta Olivos por la General Paz”.
Luego sumó trabajos en la línea 39, (Chacarita – Barracas). “Hice fileteados en los internos 81; en el 78, que es el que homenajea a Carlitos Balá, y en el 37”
Darío recuerda su niñez y su fanatismo: «Yo de chico era fanático de los colectivos. Y acá el interno este, que el interno otro y en mi familia nunca me dieron vuelo».
Y agrega: «Después con el tiempo, me metí y empecé a filetear. No me dejaba, no querían hasta que arranqué pintando en un colectivo escolar».
¿Te animás?, le pregunto un dueño de un colectivo escolar
Sí! Yo estaba convencido que lo podía hacer. Ahí aprendes a ver lo que es el filete, porque el filete es eso. El filete está ahí, está en un vehículo, está en algo grande.
Entonces, cuando vos pintás cuadros, una chapa, tiene su onda, pero el filete, filete, te pega ahí. Claro. Es otra cosa.
Cuando me acerqué al colectivo, era enorme. Tengo que mantener el pulso cuatro o cinco, diez metros… después hay un montón de técnicas para eso también.
Pero yo no tuve guía. No tuve profesor, ni nada, ni vi uno, nunca vi un fileteador trabajar y más o menos lo que hacía lo repetí solo.
Al colectivo lo vio otro chofer y trajo el colectivo para que se lo filetee y fue un boca en boca. Mi arte estaba andando por la ciudad.
Cuando alquilé el local, venían los colectivos acá para que les haga un filete. Luego la pandemia y la cuarentena frenó mucho el trabajo.
Luego volvió a repuntar y lo aplico en objetos cotidianos, juguetes, termos…
Los carteles con frases son un clásico…
La terminal de colectivos de la Línea 111 (con sus antiguos colores). Pedidos de clientes fanáticos…
Teléfonos antiguos y sus potes de pintura…
Algunos clientes le llevan los productos para que les aplique su arte. El clásico sapo y los metegoles son los «muebles» más comunes que filetea.
El metegol personalizado de Newells Old Boys con las imágenes de Bielsa, Messi y Maradona. Este último, al momento de la entrevista estaba en proceso…
Una representación del trolebus que diseño y pintó Quinquela Martín en la década del 60 en escala.
En su taller suena una radio de fondo. Si, es una pequeña radio que Darío colocó dentro de un colectivo en escala…
La entrevista publicada fue realizada en Agosto de 2022 por Revista Colectibondi y dos años después, su instagram creció mucho en seguidores en los últimos años… el boca en boca y su calidad de trabajos no fallan…
Agradecemos a Darío por dejarnos entrar a su taller y disfrutar del arte del filete que realiza. Seguramente en breve estaremos nuevamente visitándolo.
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Sobre el Filete
El fileteado nació en la Ciudad de Buenos Aires hacia fines del siglo XIX, en un contexto de transformación del país y de gran inmigración europea. Los inmigrantes traían diversos elementos artísticos que se combinaron con el acervo criollo, creando un estilo argentino.
El filete surgió como un ornamento para embellecer carros de tracción animal que transportaban alimentos, pasando después a la decoración de camiones y colectivos. Entre ellos era frecuente encontrar frases tomadas del refranero popular sobre el trabajo, el esfuerzo, la vida y el destino, muchas veces con humor.
Los fileteadores identifican al filete como un patrimonio que por permanecer al margen de las instituciones académicas y practicarse como un oficio, es considerado un “arte popular”, y se transmitió de maestro a aprendiz.
Aunque aquella forma de aprendizaje continúa, a partir de mediados de la década de 1970 reconocidos maestros fileteadores también lo enseñan dando clases, y a partir de 1990 se comenzaron a dictar cursos fomentando la práctica del filete porteño.
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