Con micros llenos, arrancó el transporte público en Nordelta

Eran las 6.30 de la mañana y apenas había amanecido en Puente Pacheco. En esa oscuridad, casi medio centenar de personas, entre empleadas domésticas, obreros y trabajadores de mantenimiento, esperaba la oportunidad de subirse al colectivo 723. Por primera vez, el transporte público iba a abrirse paso por uno de los complejos inmobiliarios más exclusivos y cerrados de la Argentina: Nordelta .

La concreción de este recorrido marcó el final de una dura puja que se extendió durante un año. En el medio, se abrió una grieta entre los vecinos que aceptan la apertura y aquellos que ven en este evento una vulneración a la promesa de seguridad que les hicieron a la hora de comprar sus casas.

La unidad destinada a este trayecto, con aire acondicionado y cartel luminoso, está en bastante mejores condiciones que los otros coches de la línea («casi a estrenar», reconoció el personal de la 723). Cuenta además con TAG, un dispositivo instalado cerca del parabrisas que permite el rápido ingreso y egreso de los vehículos.

En esta primera etapa, tiene dos frecuencias (de 6.30 a 8.30 y de 16 a 18) y une las avenidas Los Lagos, del Golf y de los Fundadores con la estación de tren de Benavídez y el Puente General Pacheco. De este modo, quienes lleguen a diario desde esas terminales no tienen que hacer combinaciones y podrán pagar los $20 que cuesta el boleto a través del sistema SUBE. El objetivo es complementar los horarios de mayor demanda de la firma de combis MaryGo, que continúa brindando un servicio gratuito en los tramos internos del complejo en sus horarios habituales.

LA NACION hizo el viaje dos veces y se encontró con largas filas de trabajadores en ambas cabeceras. Varios de ellos reconocieron que el arribo del 723 los ayudará a evitar las largas caminatas internas que debían hacer para ingresar al predio o llegar a una de las paradas de MaryGo.

«Es importante porque en la entrada de servicio somos muchos los que pasamos caminando y, a veces, se complica con el frío del invierno o los calores del verano», afirmó Romina, una empleada doméstica. Silvana, a cargo de tareas de limpieza en el colegio Michael Ham, comentó una experiencia similar: «Me viene bien porque antes me movía caminando y de noche me daba miedo». Edilberto, un obrero de la construcción, reconoció que «antes tenía que caminar mucho para agarrar las combis» y que el desembarco del 723 le «facilita mucho la vida».

En cambio, no hubo acuerdo sobre las denuncias realizadas en noviembre del año pasado por episodios de discriminación contra el personal doméstico que trabaja en Nordelta, al que supuestamente no dejaban compartir las unidades de MaryGo con vecinos. «Los colectivos nos pasaban de largo», señaló Romina. Lucas, un operario de mantenimiento, dijo que no vio segregación. «Más que nada, he visto que a las propietarias les incomodaba un poco subir y no tener su asiento. No les gustaba viajar cuando se llenaba el micro».

Luis Alberto Gutiérrez, chofer del colectivo 723 que recorrió el complejo, se mostró satisfecho por el balance de los primeros viajes: «Ves el semblante de la gente y están contentos».

 

Fuente:

La Nación

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