Una norma de 1939 establece que los clásicos ‘school bus’ deben ser fáciles de reparar y estar pintados de un color de alta visibilidad.
Funcionan a gasolina, propano e incluso, cada vez más, eléctricos. Y desde 1939, por encima de todo, los autobuses escolares de Estados Unidos son amarillos. Unos funcionarios del departamento de transportes que elaboraban un estudio para la Universidad de Columbia se dieron cuenta de que existían estrictas normas federales que regulaban el traslado de ganado, de materiales peligrosos, de alimentos perecederos y hasta del alcohol…, pero ninguna ley se refería a los autobuses escolares estadounidenses. Nada ni nadie controlaba los vehículos en los que las familias confiaban a diario el transporte escolar de sus hijos.
El peculiar sistema educativo de EE UU –que prima la escolarización lo más cerca posible del domicilio sobre cualquier otra premisa– había relegado el asunto a una cuestión local, pero al filo de los años cuarenta ya era imprescindible unificar unos criterios de seguridad válidos para todo el país.
El Dr. Frank Cyr –a la sazón responsable de este grupo de especialistas– reunió a fabricantes de vehículos, agentes de tráfico y empresas de pintura y estableció una serie de premisas básicas. Entre ellas destacaban que los nuevos school bus debían ir pintados en colores de alta visibilidad y tenían que resultar muy fáciles de reparar, de modo que cualquier taller de pueblo pudiera hacerse cargo de las operaciones básicas de mantenimiento.
Curiosamente, aunque el Gobierno federal determinó la obligación de pintar los vehículos en tonos de alta visibilidad, no estableció ningún color tipo. De hecho sigue sin haberlo actualmente. Los autobuses escolares de Estados Unidos pueden pintarse legalmente de cualquier color, o incluso personalizarse, mientras se haga con tonos homologados industrialmente como “de alta visibilidad”.
El Supercoach amarillo
En cualquier caso, pronto el amarillo chillón que hoy nos resulta tan familiar (parecido al de los taxis de Nueva York) se convirtió en el más popular. Tanto que, con el tiempo, el School Bus Glossy Yellow Color ha acabado siendo reconocido oficialmente como uno de los “colores nacionales americanos”.
El gran baby boom estadounidense que siguió al final de la Segunda Guerra Mundial aumentó exponencialmente la demanda de este tipo de vehículos e hizo surgir infinidad de marcas: Carpenter, Gillig, Blue Bird, Crown o International Harvester, entre otras. Sin embargo, el Crown Supercoach se convertirá en la referencia, y para muchos mitómanos del motor en el autobús escolar de EE UU más legendario.
Hasta la llegada del Supercoach en 1948, en los autobuses podían viajar entre 43 y 45 pasajeros; en el modelo fabricado por la californiana Crown cabían nada más y nada menos que 79, todos sentados. Estéticamente, además, resultaba innovador por sus formas redondeadas (que mejoraban la visibilidad de los pasajeros). Estaba totalmente construido en acero y equipaba un enorme motor Hall Scott de gasolina de 12.700cc y 240 CV de potencia. Todo un seguro para circular por las más abruptas carreteras de montaña de Nebraska, Montana o Colorado.
El Supercoach se convirtió en un éxito absoluto. Las escuelas se lanzaron a comprarlo, ya que les permitía duplicar el servicio y además el fabricante lo vendía con una garantía anticorrosión para la carrocería de 20 años. La mayoría de ellos, por cierto, agotaron ese periodo, ya que el Supercoach se mantuvo en producción sin cambios estéticos –aunque sí de motor- hasta 1980. La marca, sin embargo, no fue capaz de sobrevivir a la dura competencia y dejó de construir estos vehículos en 1991.
El pájaro azul
La mayoría de los grandes autobuses escolares de Estados Unidos son fabricados actualmente por la Blue Bird (pájaro azul), una empresa de Fort Valley (Georgia). Fue la primera en diseñar en 1927 un autobús específicamente pensado para el transporte escolar sobre la base de un Ford T.
Su modelo Blue Bird All American salió de la factoría también en 1948 y fue el único capaz de plantar cara al Supercoach. Su diseño estaba inspirado en un autobús Opel fabricado por la belga Van Hool para la marca alemana, y su éxito fue tal que la Blue Bird, ante la demanda de conductores profesionales, se vio en la necesidad de crear su propia cadena de autoescuelas para formarlos.
El pájaro azul se mantiene en activo tras seis versiones y la lógica incorporación de elementos modernos de seguridad y nuevos propulsores.
En algunos casos se usan incluso microbuses que permiten a las comunidades pequeñas un considerable ahorro en este tipo de vehículos. Pero el espíritu de los viejos autocares amarillos permanece. Tanto en Estados Unidos como fuera del país. Muchos de los school bus retirados del servicio terminan en países de Centroamérica y Sudamérica; con llamativas y recargadas decoraciones, se siguen mostrando duros, baratos y fáciles de mantener…
Tradicionalmente, los colegios estadounidenses mantienen durante mucho tiempo en servicio sus school bus, de modo que es habitual ver modelos clásicos conviviendo con otros más modernos. Aunque tanto los Supercoach como los All American se han convertido, por sus formas retro, en los autobuses escolares de Estados Unidos más icónicos, poco a poco van siendo sustituidos por autobuses más convencionales. Y los autobuses eléctricos son la nueva revolución: la Blue Bird confirmó en marzo que ha puesto en las carreteras 400 autocares propulsados con esta energía.
Fuente:
Motor / El País