Carlos Quiroga tiene 32 años y vive en Media Agua. Se define como un busca y ama la literatura. Hace unos meses comenzó a llevar su arte a los micros.
No vende estampitas, calendarios, CD con películas o portadocumentos. Su ’trabajo’ es contar cuentos arriba de los micros buscando conseguir dos objetivos: recaudar algo de plata y hacer que el viaje sea más placentero para los pasajeros. Así, sobrevive Carlos Quiroga, un sanjuanino de 32 años que se define como ’busca’ y que desde hace varios meses comenzó a hacer intervenciones artísticas en los colectivos que circulan por el Gran San Juan. Cuenta historias breves que él mismo escribe o que son de otros autores, todo para dejar una moraleja en la gente.
’Subirme a un colectivo y contar un cuento, fue una de las cosas más difíciles que hice y eso que soy como un busca. La primera vez fue inolvidable. Pensé que la gente me miraba como si fuera un loco y me daba la impresión que no prestaba atención, pero después comencé a notar que a muchos le alegraba el viaje. Cuando miré los ojos de los pasajeros y vi la emoción en ellos me alegré mucho’, dijo Quiroga y contó que en estos casos la mejor paga que puede recibir es la felicitación de alguna de las personas que viaja en el colectivo. Desde ese día, no paró más y hasta ahora sigue contando cuentos cada vez que los choferes lo dejan.
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Carlos vive en Media Agua y varias veces a la semana llega hasta la ciudad en colectivo. Antes de subir, pide permiso a los choferes para poder hacer sus relatos. Luego se presenta como el ’cuenta cuentos’ y arranca explicando quién escribió la historia que va a relatar. Con ademanes, gestos en su rostro y hasta cambiando el tono de su voz trata de llegar a cada uno de los que viaja en el colectivo. Y cada vez que él sube parece lograrlo, pues el murmullo de los pasajeros desaparece y sólo se escucha la voz de Carlos y el ruido del exterior que ingresa por las ventanillas del micro.
’La mayoría de las veces cuento algunas historias que yo mismo escribí, pero hay ocasiones en las que opto por otros cuentos. Tienen que ser cuentos breves y mi objetivo es que siempre dejen una moraleja. Es que, la idea es que la gente que viaja se detenga un minuto a pensar lo que estoy diciendo y deje de lado sus problemas y la soledad que cada pasajero lleva arriba del micro’, dijo.
Carlos es soltero, vive junto a su mamá y siempre fue amante del arte. Le encanta tocar la guitarra, leer y escribir. Trabajó en un centro cultural como colaborador y ahora la rema junto a otros amigos para poder levantar una editorial, donde sueña con publicar los 4 libros que ya escribió. Es amante de la música y dijo que todo sus gustos lo encasillan en el rubro ’artista independiente y loco’.
Además de amar el arte, le gusta viajar. Estudió varios años Recursos Humanos en Mendoza y aunque no se recibió dijo que eso lo llevó a aprender mucho a la hora de comunicarse arriba de los micros.
Después que dejó la facultad, decidió viajar a México. ’Me fui en busca de algo y lo que me traje fueron muchos conocimientos. Ahí me quedé durante 1 año. Hasta que después volví a San Juan’, dijo y contó que en la provincia vivió en Capital, Rivadavia y Rawson, donde vendió hasta parrillas que él mismo hacía en su casa.
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