- Luis Fuentes vivió en Berazategui y desarrolló su proyecto Bondy Gamer que recorren la Ciudad y el conurbano.
- Para el Día del Gamer convocó a gente de centros de jubilados, chicos comedores solidarios y vecinos.
La convocatoria empezó a circular por WhatsApp y redes sociales: el creador de los «bondy gamers», colectivos escolares que recorren el GBA y la Ciudad llevando videojuegos de todas las épocas, celebrarían el Día del Gamer a lo grande.
Luis Fuentes sacó sus colectivos a la calle, a pasos de su negocio ubicado en Avenida Entre Ríos 1420, en el límite de los barrios porteños de San Cristóbal y Constitución, y convocó a jugadores de todas las edades. ¿El objetivo? Divertirse y pasar una tarde a puros fichines. Es que sus característicos colectivos adornados con graffitis y luces de neón guardan una sorpresa: están copados de videojuegos, tanto retro como actuales.
Ahora, esperan la evaluación y respuesta de los organizadores del Guinness para confirmar si batieron el récord mundial y pueden dejar su huella en los característicos rankings y libros que confecciona la reconocida marca.
Este proyecto gamer rodante nació en zona sur y fue creciendo a la par que el retrogaming se estableció como una tendencia cada vez más fuerte. Luis Fuentes, uruguayo de nacimiento, llegó a los 18 a la Argentina y siempre buscó encarar un emprendimiento que conectara con aquello que tanto le gustaba de chico. Tuvo varios intentos y al final dio en la tecla… o el botón.
«En Montevideo yo iba a un local que tenía seis Playstations y estaba lleno de chicos todo el día. A veces ibas y te pedían volver en dos o tres horas, cuando se desocupara una. Pasó la vida y cuando me vine acá nunca vi un negocio así, que tuviera Playstation para jugar por hora», cuenta.
Argentina y, en especial, Buenos Aires, tuvo su época de oro de locales de videojuegos que fue declinando hacia fines de los años 90. Los arcades o Sacoa (la marca más conocida) empezaron a escasear y en los primeros 2000 se impuso el modelo cyber, que solía darle más espacio a las computadoras y sus juegos en red (como el Counter Strike) que a las consolas.
La crisis de 2001, de paso, se llevó puesta la mayoría de las iniciativas comerciales de arcades (los juegos de máquinas grandes). Los locales de videojuegos quedaron sobre todo relegados a la Costa Atlántica, donde sobreviven todavía.
Luis vio una oportunidad que podría tener tanto una faceta comercial como una solidaria, pero aún le faltaba una vueltita a su proyecto para llegar al bondi. En 2019 armó el primer ciber de su tipo, Ciberplay Hudson, justamente en esa localidad bonaerense. La idea pegó en el barrio, pero era diciembre y muy lejos, en China, se hablaba de un virus mortal.
«La pandemia hizo que en marzo tuviera que cerrarlo. Me quedó la espina de no haber podido estar más tiempo. Terminé alquilando un local en Avenida Entre Ríos 1420 (CABA), ahí me cambia la vida», relata. Su idea era aquel viejo proyecto que le rondaba la mente de chico, de dedicarlo al alquiler por hora de la Playstation, pero como el local era grande tuvo que sumarle otros servicios gamers: simuladores de carreras, plataformas de baile.
Acá podemos hacer una pausa y adelantar la película hasta agosto de 2024. Con los colectivos estacionados cerca de su local porteño, las cámaras de televisión y los fotógrafos de medios nacionales cubrieron la tarde de videojuegos a cielo abierto y dieron cuenta de una tendencia que Luis supo capitalizar muy bien.
«Fue un éxito, batimos el récord de mayor cantidad de personas convocadas en Argentina para jugar a la vez. Hubo tres comedores diferentes con más de 90 chicos, vinieron los amigos de Confluir de un centro de discapacitados de San Cristóbal, vinieron amigos y clientes nuestros. Compramos papitas, gaseosas, para compartir. Fue una jornada bárbara», resume el organizador. Muchos de los chicos tuvieron la oportunidad de jugar por primera vez (y ver en persona) una Playstation 5.
El punto de quiebre del proyecto fue cuando Luis se decidió a comprar un micro y le dio una imagen distintiva a su proyecto gamer, en la pospandemia. Así, sin experiencia previa en escolares ni en manejo de colectivos. Pero nada que un curso de manejo especializado no solucionara. Acondicionó el interior y lo equipó para que sea una experiencia total: luces de neón, graffiti y esa semi penumbra típica de los locales de videojuegos.
Siempre tuvo, también, un costado solidario. «Tenemos la política de que si viene alguien que no tiene dinero, les pedimos que traiga un alimento no perecedero, pañales, juguetes o ropa en buen estado. Así, pueden jugar gratis y esas donaciones nosotros las llevamos a los lugares que visitamos en estas movidas solidarias o bien a gente que está viviendo en la calle y que vemos todos los días», detalla Luis.
Fuente:
TVP