«Los Basquetbolistas»: los que roban celulares por las ventanillas de los colectivos

Observa alrededor y, mientras camina hacia su objetivo, define mentalmente los movimientos que realizará para superar los obstáculos. Como un deportista. Cuando está listo, salta y al ganar altura acomoda el cuerpo para extender el brazo más hábil, con el que completará la audaz maniobra. “Los Basquetbolistas” ejecutan sus ataques en segundos. Pero no se trata de “Manu” Ginóbili o de sus compañeros de la NBA, sino de los arrebatadores que coparon la zona de la estación Constitución para robar celulares a través de las ventanillas de los colectivos.

“Te aparecen por algún costado y de golpe saltan donde ven que alguno está distraído con el teléfono y cerca de una ventana abierta. Yo les digo a los pasajeros que tengan cuidado, pero no podés hacer nada, porque la Policía no llega a hacer nada”, se queja ante Clarín un colectivero de la línea 65.

Esos arrebatos se repiten constantemente en las inmediaciones de la estación Constitución, por donde diariamente pasan más de 1 millón de personas que viajan desde el conurbano bonaerense hacia la Capital Federal y viceversa, pero se repite en las cercanías de otras terminales, como la de Once.

“Acá en Constitución afanan en los laterales a la terminal”, indica un canillita de la zona y remarca que “los lugares más peligrosos son las calles Lima, General Hornos y Salta, porque ahí hay menos seguridad”.

Sin embargo, los “basquetbolistas” no tienen restricciones al momento de robar e incluso atacan a varias cuadras de la terminal de trenes. “La calle Pavón es un desastre”, describe un kiosquero, que explica que desde ahí salen los colectivos de la Empresa San Vicente, que realizan uno de los mayores recorridos en la zona sur del territorio bonaerense.

“El 6 de febrero volvía a mi casa en el colectivo 53 después de trabajar. Eran pasadas las 22. Paramos en un semáforo en la esquina de Sáenz Peña y Constitución, una zona bastante oscura. Yo venía parado, distraído, viendo el celular, con la mano izquierda debajo de la ventanilla, que estaba abierta ya que hacía bastante calor. Una señora que venía sentada atrás me alertó con un grito: ‘¡Cuidado!’. Enseguida vi saltar a un ladrón, que me manoteó el teléfono pero yo hice fuerza hacia abajo y no me lo pudo sacar. Luego, mientras yo lo insultaba, él pegó media vuelta, con total tranquilidad, y salió caminando hacia Sáenz Peña sin inmutarse”, relata Néstor (47), de San Cristóbal.

Tal como pudo constatar Clarín durante una recorrida, el modus operandi de esos ladrones es siempre el mismo: se acercan a los colectivos cuando están detenidos en las paradas, en algún semáforo o incluso por el tránsito; buscan una ventana abierta y saltan para meter el brazo y quitarle de las manos el teléfono celular a algún pasajero. Luego, para escapar, corren unos metros hasta que comienzan a caminar simulando ser un peatón más.

“Si estás atento, podés ver quiénes andan afanando porque llevan una segunda remera en la mano o la tienen puesta sobre otra, aunque hagan 40 grados de calor. Las usan para cambiarse cuando escapan”, asegura el chofer de unos de los colectivos que se detienen en una de las dársenas de la avenida Brasil.

Un vendedor ambulante agrega que los “basquetbolistas” suelen andar en grupo, por lo que muchas veces se cambian las remeras entre ellos. Según él, siempre usan camisetas de clubes de fútbol, como si realmente fueran deportistas. “No les importa que haya cámaras de seguridad porque al toque se cambian de ropa y vuelven a caminar por acá para seguir robando”, indica.

Estos arrebatadores, también conocidos como “canguros”, aprovechan los horarios de mayor movimiento de gente para robar, pero sus ataques están sujetos al factor climático porque necesitan que las altas temperaturas obliguen a los pasajeros a abrir las ventanillas de los colectivos. Por eso, las unidades con aire acondicionado quedan afuera de su campo de acción.

A veces se ponen en las filas y empiezan a mirar para elegir a sus víctimas. Uno sube con los pasajeros y el otro comete el robo. “De golpe ves que uno baja corriendo del colectivo como si estuviera persiguiendo al chorro, pero después te das cuenta de que es el cómplice”, dice otro chofer.

Después de la huida, el que saltó para agarrar el celular se vuelve a reunir con su compañero, a quien le entrega el teléfono robado para desprenderse de cualquier prueba que lo pueda complicar en el caso de que lo hayan seguido e identificado.

“Los celulares se los sacan enseguida de encima porque así, si los agarran, no les pueden decir nada. Antes se los ofrecían a los comerciantes de la zona o iban a timbrear, pero ahora directamente se lo venden a la gente que anda por la calle”, revela un vendedor ambulante.

Para algunos comerciantes que trabajan en Constitución el de los “basquetbolistas” parece ser un tema tabú, porque esquivan las preguntas sobre los ataques de esos ladrones y tratan de mantenerse en silencio. “Acá te fichan enseguida y nos conocemos todos, mejor no hablar para que después no te hagan nada”, desliza por lo bajo un taxista.

Perseguirlos tiene sus riesgos. “El problema es que andan de a varios y si los corrés para recuperar el celular te atacan a puntazos”, advierte el empleado de una línea de colectivos que ordena las filas de pasajeros.

Aunque los “basquetbolistas” también roban cerca de otras terminales como Retiro y Once, la zona de Constitución parece ser la preferida. Según las estadísticas oficiales, en junio del año pasado se registraron 216 robos en ese barrio del sur de la Ciudad. Además, fuentes policiales indicaron que desde enero se detuvo a más de 25 personas por robar celulares mediante esta metodología.

Uno de los problemas para actuar contra esos delincuentes es que los arrebatos en los que no se haya ejercido violencia se consideran hurto y esa figura, que se describe en el artículo 162 del Código Penal, es considerada como la más leve entre los delitos contra la propiedad. Por eso, los ladrones que son atrapados quedan demorados solo un par de horas hasta que averiguan sus antecedentes y se constata dónde viven. Y en el peor de los casos, el juez mantiene demorado al acusado hasta la audiencia con el fiscal y el defensor, que debe realizarse en un plazo que no supere las 72 horas desde su captura, según lo establece la Ley de Flagrancia.

“Antes los comerciantes nos metíamos pero ahora no hacemos nada porque los chorros quedan libres en cuestión de horas y vuelven para amenazarte. Hasta parece que meterlos en cana es más problemático para los policías que para ellos”, sintetiza el dueño de un local ubicado sobre la calle Salta.

 

Fuente:

Clarín

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